El transcurrir me ha expuesto a la presencia de que decimos una cosa y hacemos otra. De la misma manera he comprendido que las personas que en esto incurren no encuentran ninguna contradicción entre lo dicho y lo hecho. Mas aun, parecemos reconocer que es absolutamente correcto convivir con la abismal diferencia entre lo que predicamos y practicamos .
Reconozco difícil mantener la palabra y la acción en una misma dirección debido a la multiplicidad de situaciones por las que hemos de atravesar y que de manera sinuosa nos llevan a asumir diferentes argumentos ante las amenazas que de momento en momento entendemos se ciernen sobre nuestros intereses, sean estos de índole material, ideológica, espiritual, en fin, sobre todo aquello que nosotros creemos importante para nuestra existencia y placer.
Este comportamiento no es privativo a personas de ninguna formación académica particular u oficio especifico. Entiendo, simplemente, es un comportamiento humano sobre el que no ejercemos algún tipo de revisión que nos lleve a pensar si realmente somos congruentes con las cosas que decimos y las que hacemos.
No es extraño encontrar personas hablar de situaciones sobre las cuales dicen coincidir con los principios éticos y morales que las soportan, mientras practican conductas diametralmente opuestas a las de la situación con la que profesan identificarse. La dicotomia entre lo que decimos y lo que hacemos nos ha llevado, inclusive, a establecer gradaciones justificativas sobre la diferencia entre una y otra cosa. Una especie de pecado capital y pecado venial.
Es tan común encontrar predicadores de la justicia y el bienestar colectivo mientras su actuación revela un egoísmo y gula propios de un depredador o sobre la fidelidad familiar concomitante con episodios que profanan esa fidelidad o sobre la tolerancia mientras discriminan olímpicamente sobre todo aquello que no sea propio de su entorno o de su agrado.
Estos comportamientos individuales son los que conforman la sociedad y mientras mas distanciados se encuentren las palabras y los hechos, mayor la brecha que separa a los participantes en esa sociedad. La confianza y el respeto se generan en la misma proporción en que concurren el discurso y las actuaciones.
Polibio R. Diaz
2 de Diciembre 2010
Reconozco difícil mantener la palabra y la acción en una misma dirección debido a la multiplicidad de situaciones por las que hemos de atravesar y que de manera sinuosa nos llevan a asumir diferentes argumentos ante las amenazas que de momento en momento entendemos se ciernen sobre nuestros intereses, sean estos de índole material, ideológica, espiritual, en fin, sobre todo aquello que nosotros creemos importante para nuestra existencia y placer.
Este comportamiento no es privativo a personas de ninguna formación académica particular u oficio especifico. Entiendo, simplemente, es un comportamiento humano sobre el que no ejercemos algún tipo de revisión que nos lleve a pensar si realmente somos congruentes con las cosas que decimos y las que hacemos.
No es extraño encontrar personas hablar de situaciones sobre las cuales dicen coincidir con los principios éticos y morales que las soportan, mientras practican conductas diametralmente opuestas a las de la situación con la que profesan identificarse. La dicotomia entre lo que decimos y lo que hacemos nos ha llevado, inclusive, a establecer gradaciones justificativas sobre la diferencia entre una y otra cosa. Una especie de pecado capital y pecado venial.
Es tan común encontrar predicadores de la justicia y el bienestar colectivo mientras su actuación revela un egoísmo y gula propios de un depredador o sobre la fidelidad familiar concomitante con episodios que profanan esa fidelidad o sobre la tolerancia mientras discriminan olímpicamente sobre todo aquello que no sea propio de su entorno o de su agrado.
Estos comportamientos individuales son los que conforman la sociedad y mientras mas distanciados se encuentren las palabras y los hechos, mayor la brecha que separa a los participantes en esa sociedad. La confianza y el respeto se generan en la misma proporción en que concurren el discurso y las actuaciones.
Polibio R. Diaz
2 de Diciembre 2010
